lunes, noviembre 27, 2006

Más allá del vértigo de lo irreparable

Éramos amigos, y nos hemos vuelto extraños el uno para la otra. Pero es bueno que así sea, y no queremos callar ni escondernos cual si tuviéramos de qué avergonzarnos. Somos dos navíos, cada uno de los cuales tiene ruta y rumbo diferentes; podemos tal vez cruzarnos y celebrar juntos una fiesta como ya lo hicimos. Estaban los navíos tan tranquilos en el mismo puerto, bañados por el mismo sol, que cualquiera creería que habían llegado a su destino y que tenían un destino común. Mas luego la fuerza omnipotente de nuestra misión nos separó, empujándonos por mares distintos, bajo otros rayos de sol, y acaso no volveremos a encontrarnos o quizás sí; pero no nos conoceremos, porque nos habían transformado otros mares y otros soles. Una ley superior a nosotros quiso que fuésemos extraños el uno al otro, y por eso nos debemos respeto y por eso quedará más santificado todavía el recuerdo de nuestra amistad pasada. Existe probablemente una enorme curva invisible, una ruta estelar, donde nuestros senderos y nuestros destinos están inscritos como cortas etapas: elevémonos por encima de ese pensamiento. Pero nuestra vida es demasiado corta y nuestra vista demasiado estrecha para que podamos ser más que amigos en el sentido de aquella elevada posibilidad. Por eso queremos creer en nuestra amistad de estrellas, aun en el caso de que fuésemos enemigos en la Tierra.

(Friedrich Nietzsche)

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Die Welt als Wille und Vorstellung II
Capítulo 44.

Releamos a Schopenhauer para que proyecte algo de luz sobre la cuestión.

Anónimo dijo...

¿Te gustaría reescribir mi biografía?