viernes, julio 25, 2008

(re)Soplando las velas...

Buenos días Cicely. Acabo de venir de unos cuantos días de ruta por las costas de Almería, y vengo realmente extenuado (en el buen sentido). Por fin he visto la famosa playa en la q el gran Indiana Jones echaba con su padre gaviotas a volar en la “última cruzada”, o la decrépita y abandonada iglesia en la q Javier Bardem experimentaba con el “éxtasis”. Pero por supuesto, he visto mucho más. Nos hemos ido peinando la zona costera desde el Cabo de Gata hasta la zona de Mojácar y bañándonos en cuantas playas nos era posible. Yo siempre he dicho q no soy un animal de playa, pero sí q tengo q reconocer (y estos días quizás lo he sentido como nunca) q el mar tiene un encanto muy personal (aparte del pescaíto frito de los chiringos x)

Como digo, es cierto q suelo pisar poco la playa, pero no hace mucho me apeteció echar un ratico y tiré con la moto a una playa cercana para pasar el día. La verdad es q estuve muy a gusto, pero ahora me doy cuenta de q fue como casi siempre un "a gusto comercial”, es decir, q experimenté más “la playa” q “el mar”. Cuidado, con “comercial” no digo “malo” (si has pensado esto, seguro q no te gustó “el incidente” :P). Me refiero a q en esta ocasión disfruté de una serie de cosas diferentes q me gustó mucho experimentar. Y concretamente, fue sobre todo en esas pequeñas calas de pocos metros de arena y rodeadas de roca donde la sensación de soledad, de abandono y de intrascendencia q me transmitió el mar en su vastedad me recordaron al famoso final del Planeta de los Simios (aunq una vez más, en el buen sentido). De alguna manera, esta sensación se parece mucho a la q tb experimento cuando estoy en la montaña, pero siempre me ha parecido q el mar tiene un rollo temporal muy marcado q la montaña no tiene; y cuando digo temporal, me refiero a la parte interesante del término, esto es, a la paradójica.

La cadencia de las olas, por ejemplo, me transmite la sensación, a la vez relajante y angustiosa, de la experiencia del tiempo. Mientras su sonido se encarga de mecerte sonoramente en una serie hipnóticamente infinita, dicha infinitud remarca en cada ruptura del oleaje con la orilla cómo un instante más se rompe, se renueva, deja paso a otra espuma, y a otra ola q es igual en nuestra mirada vaga y de soslayo, pero q es única e irrepetible en cada átomo de su circunstancia. Cuando Heráclito dijo hace dos mil y pico de años q nadie se baña dos veces en el mismo río, tuvo q tener una sensación parecida a esta. Tuvo q vivenciar ese devenir sin mirar de soslayo (q es lo contrario de lo q solemos hacer casi cada día con todo lo q nos ocurre) y darse cuenta de q cada instante de nuestra vida es una ola q se rompe y q deja lugar a una nueva embestida, y q la anterior, por buena, mala, bella, verdadera, fea o mentirosa q sea, ya no volverá…y q como podría decir el amigo Nietzsche, cualquier tiempo pasado nunca fue mejor, sino simplemente y inevitablemente, fue.

Por otro lado, las rocas q te rodean en esos pequeños metros de geografía son para mí un símbolo de refugio, pero a la vez de estímulo para pensar en el más allá en cuanto deseo de explorar, de dejar atrás, de aventura. Por un lado la cala era mi espacio, mi tranquilidad, “my place” como dirían los ingleses. Un remanso alejado y apartado de todo y de todos en el cual uno parece querer fundirse con la naturaleza y su nada. Pero por otro lado, cada esquina rocosa q cercaba la cala era como una pregunta nueva. Quería saber q había detrás. Y una vez la cruzaba, ya “pensaba” en la “siguiente pregunta”. Ya estaba mirando la siguiente esquina. Y recordaba q aquella angustia q sufría y describía el pobre Kierkegaard cuando hablaba sobre cosas tan rimbombantes como la realidad de la libertad de la posibilidad, antes de la propia posibilidad, ya no me parecía tan rara, q sentencias como esta ya no eran una de tantas sesudas reflexiones filosóficas alejadas de la vida, sino q era completamente cómplice y cercana a mi sentir en ese momento, era simplemente la realidad de la experiencia de vivir “lo otro” de detrás de cada esquina rocosa, antes siquiera de proponerme el cruzarla…

…y todo ello, mientras las olas rompían en mi 30 cumpleaños…


Desde Cicely, como siempre (o mejor dicho, como hasta ahora), Chris Stevens a los micros.

Hasta el próximo programa…

sábado, julio 19, 2008

Home, sweet home...

El verdadero mundo es música. La música es lo monstruoso. Si uno la escucha se abriga en el ser.” Amén señor Safranski. Y este abrigo, monstruoso por cuanto experiencia arrebatadora q representa, ha sido esa maravilla músico-visual llamada “Heima” del grupo Sigur Rós. Para el q no conozca esta banda, para mí es quizás el mejor exponente actual del género q se conoce como “post-rock”. En algún otro programa ya hice mención a este género cuando contaba cómo conseguí escuchar “por error” mi primer disco del mismo. En este sentido, un servidor se adhiere cada vez más si cabe a cuestionar la santidad q existe por la voluntad de verdad, y afirmar con orgullo la políticamente incorrecta voluntad de mentira. Si arte y realidad no coinciden, peor para la realidad.

Heima ("en casa") es un DVD q resultó de una visita q el grupo decidió hacer a su tierra natal (Islandia) y donde ofreció una serie de conciertos desorganizados en aquellos lugares q les evocaban algún tipo de emoción. La audiencia: madres, padres, hij@s, ti@s, sobrin@s, abuel@s...en definitiva, cualquier persona q quisiese podía acercarse a disfrutar de la preciosa mezcla de música y paisaje ofrecida, y en sus caras puede verse esa sensación de suspensión ardiente producida por las atmósferas musicales q esta banda es capaz de producir, unas veces a través de una sonoridad épica hasta el paroxismo, otras formadas por melodías marcadamente minimalistas (muchas veces todo ello en la misma canción, como es propio de este género) pero sin duda, todas ellas llenas de deleite a los sentidos como pocas veces he sentido.

Todos los parajes, localizaciones y lugares a los q nos invitan a asistir durante el recorrido musical son de una belleza lejana, melancólica, solitaria, de ese tipo a los q nos tienen acostumbrados los paisajes nórdicos, con sus vastas extensiones llenas de silencio y de tiempo...sus pequeñas ruinas q evocan el paso de generaciones y generaciones q dejan tras de sí decorados de una vida q se deja representar en un teatro de lucha y de pasado, de recuerdos empedrados y metalizados por la mano de un hombre q es artista en medio de una naturaleza imperturbable en su juicio temporal...o quizá no del todo. Porque es a través del arrobamiento, el éxtasis, la delicadeza, o la melancolía producidos por la música donde surge una conciencia temporal q configura el espacio a su propia manera, y q incluso gracias a la unión de este y la música, el tiempo abdica de su hegemonía y termina por convertirse en un espectador más.

Porque a un servidor, como al tiempo, veces se le olvida q el arte tiene más valor q la verdad.

Porque incluso a veces la vivencia de la música es tan fuerte q uno teme por su pobre yo.

Por eso, y por haberme hecho sentir como en casa a miles y miles de kilómetros, Sigur Rós, desde mi más profundo acojone, me quito el sombrero...

viernes, julio 11, 2008

Fe en lo irreversible

Qué triste la música de tus pasos cuando se alejan,

qué amargo el rastro que deja en mis ojos

alejándose cual siniestra armonía

e intransitable camino

de oscuras y frías soledades.


Qué lástima no sentir de nuevo

el súbito estallido de tus latidos

que rabiosamente golpeaba nuestros cuerpos

cuando una,

y otra,

y otra,

y otra vez se besaban, se abrazaban,

o simplemente,

se pensaban…


Qué pena no escuchar más

el tierno sonido de tus caricias,

cayendo como hojas secas,

como lluvia imposible,

que mojaba desde mis huesos

hasta la última hoja mi alma.


Qué pena cortarse a base de recuerdos

chorrear de sangre y de lágrimas

de parques, dormitorios

y demás vasos comunicantes,

que comunicaban tu dulzura con mis venas

y mis arterias con tu belleza.


Qué pena las miles de personas de distancia que nos separan,

y que paseando por las calles su amoroso rugido

me dejan oír furtivamente el susurro de tus manos

allí tan al fondo,

allí tan triste, tan delicioso, tan lejano.


Qué pena no llorar juntos de alegría,

qué lástima no reírnos juntos de la tristeza,

qué triste no poder ser de nuevo, en definitiva, juntos

tristeza, alegría, amor, pena.



viernes, julio 04, 2008

Aikido Summer Weekend


Hola amig@s. Pues este es el tipo de puestas de sol q espero disfrutar este finde en los parajes granadinos de Sierra Nevada después de una jornada de intenso ejercicio aikidoka, donde mente, naturaleza y endorfinas se alinean en un perfecto triunvirato x) En fin, me va a venir de perlas. Lo q tb significa q gracias a tod@s los que me dedicaron sus oraciones, velas, sacrificios humanos, etc, pues mi estado físico vuelve a estar ya prácticamente como nuevo. Esperemos volver tb de una pieza x)

Bueno cicelin@s, hasta la vuelta. Nos veremos por la mañana, o a la luz de la luna, lo q ocurra primero.