Apología de la Física (reprise)

GRAVEDAD UNIVERSAL (O SOBRE EL AMOR)

Quién nos diría

que tendríamos que esperar tanto tiempo

hasta que fuera un físico

-y no un poeta, un místico

o cualquier otro historiador del espíritu-

aquel que descubriese la fórmula del amor.

Algo en principio tan sencillo

como que dos masas se miran,

se sonríen

y finalmente se atraen.

Pero, ¡ojo!, no de cualquier forma

-y en esto el físico fue preciso-

sino con una fuerza

inversamente proporcional

al cuadrado de las miradas

y de las sonrisas que los separan.

Y aun no contento con ello,

el físico fue aun más preciso

y se resistió a utilizar

ese término ya tan manido

tan enfermo de tiempo

y de pasos de boca en boca

que andaba ya a punto de perderse

o de despeñarse incluso

por alguno de los nutridos barrancos

de su vasto campo semántico.

Así pues dicho personaje

actualizó la palabra amor

por una más empírica,

más cercana al hombre, sin duda,

en cuando a datos y hechos;

esto es, la llamó gravedad.

Aunque quizá sin darse mucha cuenta,

ironías de la ciencia,

de que en el propio descubrimiento

se hallaba

la verdadera gravedad del asunto.