viernes, noviembre 30, 2007

El fulano y la mengana

"Mirándose a los ojos
como si perdonaran
perdonarse
adiós
dijo el fulano;
y la mengana
adiós."
(Mario Benedetti)

Aquel día, con el mismo sueño de siempre, el fulano dirigía sus pasos a base de bostezos hacia su primera clase de la mañana. Como siempre, dejó su mochila en la misma banca, colgó su abrigo en el mismo perchero e hizo el mismo cuidadoso ritual a la hora de sacar el material pertinente para la asignatura. Igualmente, los mismos asistentes fueron ocupando sus sitios respectivos y mantuvieron las mismas charlas sobre los mismos temas banales. El profesor comenzó con el mismo tono que caracteriza cada una de sus clases, y el fulano reaccionó tan subversivamente como siempre, mostrando su falta de interés por la clase, esto es, dejando volar su imaginación hacia la mengana que se sentaba diariamente en la banca de la esquina.

Mientras la clase se desarrollaba, el fulano se iba haciendo las mismas preguntas. Y mientras el fulano se hacía las mismas preguntas, la mengana seguía escribiendo en su folio apaisado (de izquierda a derecha pero a su vez verticalmente) la misma serie de notas que otro día cualquiera. También se tocaba su pelo moreno, corto y ligeramente ondulado como solía hacer otros días. Asimismo, el fulano iba reproduciendo su habitual repertorio de posturas que le hacían posible vislumbrar el color rojo de las uñas de la mano izquierda de la mengana. Y como siempre, al fulano le invadía una tremenda sensación de curiosidad por conocer el motivo de dicha elección. Pero acto seguido solía pensar en que esta era solo una ínfima cuestión de todo aquello que le gustaría conocer sobre la mengana.

Como de costumbre, el fulano miraba constantemente su reloj para controlar el tiempo que le quedaba para terminar la clase, pues esta clase era el único momento en el cual coincidía con la mengana, y eso era algo que siempre le entristecía muchísimo. Esta horrible sensación de tristeza era común siempre hacia el final de la clase. Por ello, el fulano acostumbraba a mirar antes de irse (muy discretamente por supuesto) la preciosa piel del precioso rostro de la mengana, que él normalmente no consideraba como una belleza cotidiana. Y quizá por ello, se sentía más especial. Y tanto más especial se sentía al observar como día tras día, la mengana jamás dirigía la palabra a ninguno de sus compañeros de clase. Esa sensación de lejanía por todo que veía en ella llamaba poderosamente su atención.

Hasta que un día sucedió algo terrible…

El fulano no reparó en que la mengana estaba llorando. Y ocurrió entonces que fue otro el que, sin reparar en el rojo de las uñas de su mano izquierda, en su manera de escribir verticalmente sobre el folio apaisado, en su pelo moreno, corto y ligeramente ondulado, en la preciosa piel de su precioso rostro…reparó por contra en su llanto. Y fue entonces cuando el fulano se percató, para su tremenda desesperación, que aquella mengana que él tanto amaba, en realidad (y como siempre), nunca había existido...

(Aunque quizás, lo más triste del asunto, es que el fulano no reparó en que, quizás, reparar en esto era lo mejor que le podía haber pasado en la vida.)

5 comentarios:

Anónimo dijo...

Sirena
Tengo la convicción de que no existes
y sin embargo te oigo cada noche
te invento a veces con mi vanidad
o mi desolación o mi modorra
del infinito mar viene su asombro
lo escucho como un salmo y pese a todo
tan convencido estoy de que no existes
que te aguardo en mi sueño para luego.

Benedetti

joaninha dijo...

Una mano fuerte, con las uñas mordidas por las horas de divagaciones y ensoñaciones, recorre mi pelo. La luz ténue de las velas apenas me dejan distinguir su silueta, él me observa, me huele, me saborea... Pero en el instante en el que intento cruzar una mirada cómplice, se desvanece.

Anónimo dijo...

Me maravilla la poesía a que invitan tus entradas, Chris. Y yo, sin embargo, lloro como la belleza morena (que no soy) desde un pupitre más lejano. Y lloro por el fulano, que como tantos tantas veces, se ha perdido en la percepción de lo deseable; en el puro placer. ¿Por qué no miramos un poco más cerca, un poco más fácil? Aquí sí: ¡percatémonos! está la vida. Con sus lágrimas y sus risas y sus posibles a nuestro alcance. Las uñas... pueden no ser de un rojo atrayente o el pelo haber perdido cierto brillo. Pero seguro que hay vida más acá de la inmensa belleza. Aprendamos a mirar.

Anónimo dijo...

Curiosamente, hoy, hace unas horillas, me puse con mi hermano a buscar por internet poesía. Y que casualidad que nos paramos en Mario Benedetti. Leyéndole supe que había más poetas que Becquer, xD, fíjate lo profunda que estoy en este tema.

Como siempre es una delicia leerte Chris. Me encantas... bueno paro ya que se me va a notar xD.

Skézenté dijo...

Es raro recorrer un camino interior que no haya allanado Benedetti para nosotros con su peculiar generosidad.

Un gran saludo